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El Apocalipsis en tu móvil

jueves, enero 24, 2008

Seguramente a estas alturas andan ustedes mordiéndose las uñas por que Cloverfield llegué a nuestras respectivas pantallas. Siempre nos queda el recurso de acudir a sucios screeners que satisfagan nuestra hambre cual comida basura, viandas que en este caso nos brindan un irónico juego de imágenes recursivas: Gente que graba con sus cámaras cómo otra gente graba con las suyas. Probablemente hayan disfrutado también del trailer de Diary of the Dead, película en la que Romero reinventa su propia saga merced al hiperrealismo digital, como por otro lado se ha convertido ya en costumbre. Night of the Living Dead Begins.

Texturas granulosas, temblores, desenfoques. «Realidad» a manos llenas. La acumulación de REC, Cloverfield y Diary of the Dead forma un disimulado triunvirato (si no me creen, observen la referencia involuntaria que hace el mencionado trailer al film de Balagueró y Plaza) que a su vez indica que un fenómeno apasionante y refrescante (Brujas o My Little Eye aparte), está ocurriendo ante nuestros atónitos ojos. Lo que encontrarán a continuación es un hilo de pensamientos surgidos ante esa sucesión de visiones similares con el fin de asirlos antes de que se me escapen.

¿Por qué todo esto sucede en el cine de terror? Para comenzar, podemos recurrir a la explicación más o menos estándar. El género (me da cosica usar estar palabra) busca impactar, causar maravilla y conmoción en el público por definición, y como parte de esa búsqueda ha optado en este momento histórico por formatos radicales en su naturalidad. ¿Pero por qué esta forma en particular? La trampa que se nos tendió, ahora lo sabemos, fue creer que el cine realista era tal. Inevitablemente, sus autores lo dotaban de una pátina de artificio con el fin de ocultar la masa anodina, gris y aburrida que conforma nuestras verdaderas existencias. El cine político, el cine social, han procurado siempre vestir sus necesidades dramáticas con el salto de cama juguetón y pícaro de una objetividad ficticia. Y cuando fallaba en este propósito, nos topábamoss con auténticos tostones. No nos imaginamos por tanto a Ken Loach rodando Riff Raff bajo decálogo Dogma o un remake de Ladrón de Bicicletas en el que Bruno filma las desventuras de su padre por las calles de Roma con su iPhone. Sin embargo, si por el contrario pretendemos representar fenómenos fantásticos, sobrenaturales y asombrosos, hemos de dotarlos de la mayor verité posible. Es el signo de estos tiempos mezquinos en los que vivimos, como diría Don Cristal. Nuestra generación no ha luchado una Guerra Mundial, no ha conocido la Gran Depresión, estamos de acuerdo, pero sí le ha visto las orejas al lobo del Apocalipsis como ninguna otra. El número de personas vivas que ha presenciado torres caer, trenes repletos de gente reventada, porno gonzo o decapitaciones sumarísimas, supera a cualquiera que se haya dado antes en la Historia de la Humanidad. Creemos que si la catástrofe finalmente ocurriera, si cayera sobre nosotros, sabríamos reconocerla: Indefinida y fragmentada, desde múltiples ángulos, en todos los formatos visuales imaginables, noticiarios, grabaciones de móviles, videos caseros, fotografías, artículos wiki, que serán colgados a los pocos segundos de la primera explosión o el primer contagio, quién sabe si incluso antes, como en aquel asesinato. Así que si hemos de representar el estallido de una plaga mundial, la venida de un Gargantúa lovecraftiano o la resurrección de todos los muertos que en el mundo han sido, la credibilidad del espectáculo será proporcional al grado en el que esa representación se aproxime a lo que esperamos y fantaseamos que suceda: versiones hipertrofiadas del imaginario que poseemos de nuestras propias vidas diarias, fotologs, youtubes, blogs, emails mediante. No en vano en Cloverfield, los neoyorkinos se aprestan a registrar la hecatombe con móviles y cámaras fotográficas, del mismo modo compulsivo en el que algunos turistas tratan de capturar sus vacaciones. Vivimos una objetividad de segunda mano, intermediada, en la distancia, a través del objetivo, desde el otro lado del visor. Para entender lo que sucede, dependemos de imágenes prestadas, sombras en la caverna, menos luminosas y por tanto más soportables y mansas que las auténticas.

Pero el estilo digital es también un no-estilo. En apariencia. Porque la elección de un formato presuntamente realista es tan forzada, sino más, que la de maneras visuales más evidentes. Constantemente el director ha de preocuparse de borrar los mimbres de la falsedad, los andamiajes de la ficción, las huellas de la coreografía. Por ello REC fallaba precisamente en aquellos momentos en los que se embarcaba en un carrusel de sustos continuos más propio de un Túnel del Terror de feria de extrarradio. Cuando tiene éxito, el estilo del realismo mediático post 11-S permite al autor ocultarse, esconderse tras la inmediatez, tras los raudales de veracidad. No hay ya un demiurgo que elija enfoques, iluminación o montajes. Las imágenes que observamos no son las que el director ha seleccionado, sino las que los personajes quisieron o fueron capaces de atrapar con los medios a su alcance en mitad del caos. No contemplamos la historia que un narrador invisible ha elegido relatarnos, sino una con la que alguien que podríamos ser nosotros ha chocado frontalmente.

Por ello este trío digital resulta doblemente efectivo. Porque desconfiamos de narradores y (meta)narrativas. Porque somos conscientes de que detrás de ellas siempre existe un desconocido que pretende crear en nosotros un efecto, persuadirnos de sus tesis. Por supuesto que esto continúa ocurriendo en Diary of the Dead o en REC. Son films políticos. Pero lo son de la única forma en que se puede ser político en estos tiempos (o mejor dicho, del único modo en el que es aceptable o creíble serlo): Un modo sutil, casual, desengañado. Si quieres convencer a los no-convencidos, convéncelos de que no quieres convencerlos.

8 comentarios leave one →
  1. jueves, enero 24, 2008 8:30 am

    Yo estoy mas a favor de Diary que de Rec. La última me parece que lo que explota es la pirotecnia de este tipo de formato y contexto. En cambio Romero da la visión apocalíptica desde las ¿nuevas? tecnologías que cabria esperar de él, sin traiciones.

  2. jueves, enero 24, 2008 10:37 am

    Me ha hecho pensar mucho. Y quizás el comentario que voy a añadir ahora parecerá un poco tonto, pero bien mirado no lo es tanto. Yo tengo la máxima de no ir al cine nunca a ver algo más feo que la realidad. El cine fantástico no es fantástico, es real, es más real que la realidad y por lo tanto no debería disfrazarse de pseudorealidad o realidad barata…

  3. jueves, enero 24, 2008 3:12 pm

    Pero piénselo Aura: el estilo documental (que tiene su origen en el impacto mediático de la televisión) de los años setenta para contarnos las atrocidades de terribles psicopátas ya tuvo su auge. Ahora toca hinchar la realidad como dice Zito.

  4. jueves, enero 24, 2008 10:11 pm

    Un texto muy lúcido. Añado un ejemplo más, pero más por referencias al no haberlo visto aún, el Redacted de De Palma, un espejo new media e hiperrealista de su Casualties of War.

  5. viernes, enero 25, 2008 12:02 am

    Redacted es un peliculón que todos parecen querer odiar.

  6. sábado, enero 26, 2008 3:21 pm

    Pues ya la tengo aqui preparada, Alvy y Toldo. Tiene una pinta estupenda. Y ademas, se relaciona con el proximo video que estoy preparando, ya veran, ya.

    Creo que es esa la palabra exacta para REC, Bizita: Pirotecnica. Y es la hace en cierto modo menos cruda y «autentica». Dicho eso, tambien me sorprende la poquisima generosidad de algunos con ella. No cambiara el rumbo del cine espanyol pero no es preciso defenderla.

  7. miércoles, febrero 6, 2008 9:21 pm

    Tengo que decir que lo que dices sobre «Cloverfield» me ha abierto los ojos, es lo que intuía pero no terminaba de reconocer. Es un proceso de identificación con los personajes bastante innovador, nos metemos en su piel al principio no sólo porque viven (más o menos…) como nosotros, en el sentido de compartir el mismo tiempo, la misma conciencia colectiva; sino también porque comparten la visión moderna, entiéndase a través de las nuevas tecnologías, y además son protagonistas de las fantasías de quienes así vivimos.

    En el cine me ha dejado algo frío, quizá por ir con expectativas equivocadas. Llego y casa, empiezo a leer, y resulta que casi todos estáis de acuerdo en que es una maravilla y tal y cual. No veía o no compartía los argumentos, hasta que he leído lo tuyo. Eso sí, ahora la encuentro mucho más interesante pero no tan brillante como se dice. De momento, ahora me muero de ganas por verla otra vez…

  8. viernes, febrero 15, 2008 8:42 pm

    Ya esta. Ya he visto «Redacted». Entiendo los símiles. Pero hay una diferencia crucial: De Palma opta por el narrador omnisciente, y eso borra cualquier modo de identificación con la acción o la eliminación de un Narrador con mayúscula.
    Eso si, tiene algo en común o Cloverfiled y es el increíble numero de reseñas garrulas que ha generado. Dios mio.

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