Saltar al contenido

Resaca eurocopera

lunes, junio 30, 2008

Dedicado a Hijo Tonto.

«Que no me digan cómo he de sentirme español,» decía Ernest Lluch. Y una sensación así me recorre tras la arrebatadora victoria de España en la Eurocopa. Déjenme disfrutarlo a mi modo, tranquilo o no, desde el orgullo, pero no desde el patrioterismo, que sigue siendo el refugio de los canallas.

Que las celebraciones cavernícolas no nos lleven al otro lado, que el trogloditismo del «Po-de-mos» no oculte lo reivindicable más allá de nuestro gusto o no por el fútbol. El triunfo de la selección española subraya la realidad de un país que comienza a ser considerado en el mundo como algo más que un fondo de postal. Quienes hayan pasado en el extranjero el suficiente tiempo habrán apreciado que los españoles suelen ser considerados como gente agradable, colorida, quizá extravagante, pero difícilmente capaces de logros importantes. Se nos mira con una condescendencia que ahora ha de romperse. España posee un capital humano importantísimo, un potencial enorme. Pese a ser un país donde impera un fuerte anti-intelectualismo («¡muerte a la inteligencia!», le gritaba el general Millán Astray a Don Miguel De Unamuno), posee unas jóvenes generaciones de las más preparadas y cultas de Europa. Exporta profesionales, científicos y artistas que por diversas razones se enfrentan a la imposibilidad de desarrollar sus carreras en España. Torres, Fábregas o Xabi Alonso son sólo tres nombres. Como ellos hay miles. Podrían ser otros. Al emigrar y al regresar, sus experiencias les enriquecen y nos enriquecen. Son motores de cambio. Esto mismo ha ocurrido con la selección de fútbol. Que aúna variadísimos talentos, capacidades y sensibilidades. Que desde la diferencia ha obtenido el éxito común. Lo digno es alegrarse, es celebrarlo.

Porque ahora sí, este es el momento. Lejos de Carpetovetonia, de los mandarines y los mandamases que dominaron su composición en el pasado, la selección debe ilusionarnos como expresión, básica si lo desean, de una tendencia de la que podemos sentirnos orgullosos. Porque está formada por un grupo de jóvenes que no son tan diferentes de usted que lee estas líneas, unos chavales a los que no sonroja escuchar explicándose. Si. Bueno. ¿No? Porque no sufren de férreos complejos del pasado, porque desde la normalidad asumen que ellos mismos están forjando su futuro. Porque por encima del resultado, del pragmatismo que nos impregna, han decidido apostar por la excelencia y por la belleza. Por un modo distinto de hacer las cosas, ni metalúrgico ni especulativo. Por un romanticismo efectivo.

Y por Luis. Sobre todo por Luis. Un hombre de 70 años, que ha triunfado en una sociedad que valora la juventud por encima de todo, que confina a la vejez a los geriátricos, lejos, muy lejos, donde no pueda ser vista, una sociedad que dilapida sabiduría y experiencia. Ese hombre (el abuelo, como le apoda con cariño Eto’o) ha guiado a una panda de muchachos a la gloria global. En eso Luis se parece a Umbral, otro hombre brillante con una imagen poco mercantilizable que le redujo a la caricatura de si mismo. Cuando no eres mercancía, cuando no te ajustas a unos parámetros de musculación o belleza, cuando no eres el Ché, lo que queda es la forma sobre el fondo, la disonancia frente a los méritos. Las patillas desmañadas, los gritos, las destemplanzas, el chándal, lo pedregoso del verbo. Para los que hemos habitado el cemento inhóspito de las gradas del Calderón, Zapatones siempre será el mejor entrenador del mundo, aquel que celebró una falta antes de marcarla. Es una alegría infinita que lo haya demostrado frente al pronóstico de los superficiales y de los madridistas.

Cuando Francia ganó el Mundial de 1998, se habló de que aquello representaba el triunfo de lo multicultural. Los disturbios de Paris en 2005 probaron que resolver un problema tan complejo como la integración racial no se arregla con un cuero. Sin duda volverán las decepciones. Volverán las noches en la que se podrá dormir sin problema, las vueltas a casa cabizbajos. Pero mientras tanto déjenme disfrutar de la alegría de este triunfo colectivo, de la emoción de la recompensa justa, de la ilusión de creer que el mundo ha cambiado para mejor.

6 comentarios leave one →
  1. martes, julio 1, 2008 8:25 am

    Por suerte, ya se va pasando. Podremos vivir tranquilos… hasta dentro de dos años.

  2. martes, julio 1, 2008 10:39 am

    Bravo, Zito. Amén a todo, empezando por el recuerdo a Lluch, un viejo héroe personal. Y lo de Aragonés tiene un estupendo regusto a western crepuscular, con un viejo sheriff que vuelve a cabalgar para enfrentarse a cierto pistolero joven y chulo, que cuenta con el respaldo de todas las fuerzas vivas…

  3. martes, julio 1, 2008 3:17 pm

    Tiene regusto a…. No Country for Old Men! 😉

  4. PELAYO permalink
    viernes, agosto 15, 2008 8:46 pm

    EL GRITO «¡MUERTE A LA INTELIGENCIA!» NO ES DEL GENERAL MILANS DEL BOSCH SINO DEL GENERAL MILLÁN ASTRAY EN UN ENFRENTAMIENTO EN SALAMANCA CON DON MIGUEL UNAMUNO HACE 70 AÑOS

  5. sábado, agosto 16, 2008 1:25 am

    Muchas gracias Pelayo por el apunte. Lo corrijo ahora mismo.

Trackbacks

  1. No Recomendable » Cinco detalles de la Eurocopa

Deja un comentario