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La utopía está en Florida

jueves, octubre 7, 2010

The Big Picture es la sección fotográfica de The Boston Globe y una fuente constante de imágenes impactantes y sobrecogedoras sobre lo que sucede en el mundo a esta hora de la mañana (agréguenla a sus favoritos ahora mismo si no lo han hecho ya). Hace unos días aparecía en ella una galería de fotografías aéreas de asentamientos urbanos en Florida tomadas a simple golpe de Google Maps. Campos de golf, lagos artificiales, urbanizaciones cerradas, calles paralelas y rectilíneas, resorts paradisíacos de geometrías bellísimas unas, desoladoras otras, que guardan un fuerte paralelismo con aquellas otras contenidas en A field guide to sprawl, el maravilloso librito de Dolores Hayden del que les hablé hace unos meses.

El sprawl o urbanización por derrame es el fenómeno que ha dominado la expansión urbana en Estados Unidos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, alimentado por bajos precios del petróleo y articulado por el uso del coche. El resultado son extensiones de bajísima densidad de población, páramos de asfalto hostiles al peatón y al paseo, orlados aquí y allá por franquicias de comida rápida y centros comerciales. A principios de los 80 tuvo lugar una reacción arquitectónica contra este sprawl llamada Nuevo Urbanismo y que precisamente tuvo en Florida su epicentro. Una reacción que buscaba exactamente lo opuesto: Distancias cortas para evitar el uso del coche, agradables paseos, arboledas flanqueándolos, casas de arquitectura placentera y amable con garajes en la parte de atrás y porches en la delantera para así proporcionar sensación de vecindad y construidas alrededor de un centro urbano reconocible y lleno de tiendas locales que los ciudadanos pudieran fácilmente visitar. Una especie de retorno a la arcadia lejana, a ese periodo de entre los 40 y los 50 del siglo XX en el que los estadounidenses localizan su Edad de Oro, libre de las drogas, el crimen y la pobreza que asolan los centros urbanos, lejos de la anomia y el anonimato de las suburbios reproducidos y prefabricados.

En 1981, Andres Duany y Elizabeth Plater-Zyberk, esposos y padres fundadores del Nuevo Urbanismo crearon en la costa de Florida el primero y el más conocido de estos asentamientos perfectos, de estas utopías modernas. Seaside. Un pueblo de calles limpias y luminosas junto al mar, con vallas blancas y jardines cuidados, planeado y construido desde la nada. Plantilla paradigmática que serviría de modelo a otras urbes similares, como Windsor, también en Florida y también ideada por Duany y Plater-Zyberk, con un carácter más cercano al de resort vacacional y dirigida a personas más opulentas (allí viven parte del año los miembros de la cristalina dinastía Swarovski). Ya en 1996 abrió sus puertas Celebration, la ciudad modelo de Disney, construida en un extremo de los terrenos de su Disney World y que, como decíamos semanas atrás, nació originalmente de la mente del viejo Walt, quien tenía la visión de construir EPCOT, una comunidad ideal y futurista bajo los principios de la tecnología y la racionalidad. Celebration tiene su centro de wellness, sus actividades recreativas programadas (nevadas incluidas), sus comercios artesanales, su cine, sus restaurantes, un totum revolutum de tonos pastel y placidez ornamental como pueden comprobar en este idílico anuncio.

Pero mientras que la idea de Walt Disney era la de construir una ciudad del futuro, lugares como Celebration, Seaside y Windsor representan más bien lo contrario. Como la comunidad de The Village (M. Night Shyamalan, 2004) constituyen un refugio más que un avance. Son utopías neo-tradicionalistas, sociedades ideales que miran al pasado y no al porvenir, que son un puro artificio, realidades puramente ficticias, nostalgia hecha ladrillo y madera, añoranza prefabricada con una perfección regulada y homogénea. No en vano Seaside sirvió de localización para The Truman Show (Peter Weir, 1998).

Si algo nos ha enseñado el siglo XX es a desconfiar de las utopías. No solo son imposibles sino que además son probablemente indeseables. Todas estas comunidades en Florida tienen su reverso tenebroso. Como el Tylerton del relato El túnel bajo el mundo (1955) de Frederick PohlCelebration es un municipio regido por una corporación y no por un ayuntamiento democráticamente elegido. Es en realidad un negocio inmobiliario que Disney Inc. tutela a distancia y sobre cuyo desarrollo tiene derecho de veto. Y es que en todas estas comunidades existen códigos estrictos que determinan qué se puede hacer y qué no, cómo de grandes han de ser tus ventanas, cómo deben estar pintadas, qué signos y decoraciones puedes colocar en la fachada de tu casa. Todo está tabulado, milimetrado, porque el objetivo de sus promotores y de algunos de sus inquilinos, pese al discurso oficial sobre la construcción de una comunidad cercana y afable, es el de mantener altos los precios de su viviendas. Como si de La Villa de El Prisionero se tratase, la conformidad es necesaria para vivir en estas comunidades que han sido creadas de la nada para, no lo olvidemos, separarse del mundo y que se definen por contraposición a lo feo y sombrío de «lo de ahí fuera» (Seaside y Windsor tienen hasta sus propios servicios de seguridad). La disidencia, la crítica, el incumplimiento de las normas están muy mal vistos y tienen su precio; no la muerte a manos de un monstruo imaginario como en aquel episodio de la sexta temporada de Expediente X titulado Arcadia en el que Mulder y Scully se infiltraban en una de estas comunidades ideales, sino el ostracismo y los insultos por parte de tus vecinos. Así es como Michael Pollan describía en un magnífico artículo en el New York Times los sucesos ocurridos en Celebration cuando las diferencias de opinión sobre la gestión de la escuela local (que por supuesto era responsabilidad del estado de Florida y no de Disney) crearon tensiones entre los ciudadanos. Este conflicto reveló la verdadera naturaleza de una comunidad en la que la calidad democrática no se mide por el derecho a decidir y votar (que no existen) sino por cómo de receptivos son los gerentes a las sugerencias de los vecinos. La democracia como objeto de consumo y no como forma de organización.

Ahora queda ver cómo afectará La Crisis a estas nuevas urbes, si se llenarán de pudientes huyendo de la miseria o si se vaciaran por sus altos precios. Esta última dirección la exploraba hace poco Carme Miralles-Guasch en un sugerente articulo titulado Urbanizaciones vacías y en el que decía:

En estos días de vacaciones, yendo a la playa, descansando lejos de la residencia cotidiana o circulando por carreteras poco habituales, en las periferias de muchas ciudades y pueblos hemos podido observar un fenómeno común: urbanizaciones vacías. Construcciones de grupos de viviendas, de tipología diversa, unifamiliares o plurifamiliares, de distintas alturas, algunas con jardín y otras no, donde no vive nadie, o casi nadie. Algunas acabadas y otras a medio construir, que conviven con grúas y materiales de la construcción abandonados. […] Son lugares abandonados que salpican las periferias de ciudades y pueblos. Es el paisaje del fin del boom inmobiliario, de fin de ciclo económico, de crisis.

Entre las imágenes de Florida que ofrecía esa galería de The Big Picture que mencionaba al comienzo, se pueden encontrar algunas fotos que ilustran esa desolación y que harían las delicias de nuestro querido y añorado JG Ballard: Urbanizaciones sin construir, asfalto levantado, calles vacías devoradas por la maleza y los arbustos esperando tiempos mejores que quizás nunca lleguen.

3 comentarios leave one →
  1. lunes, octubre 18, 2010 8:30 pm

    Las fotos de los proyectos que no llegaron a ser son mis favoritas de esa galería, la última foto que pones podría ser algún tipo de componente electrónico.

  2. arquitec VRC permalink
    miércoles, abril 10, 2013 5:27 am

    Sin duda la arquitectura va interprentado las epocas y los momentos, la arquitectura propone y predispone una forma de vivir, debemos volvernos a lo elemental, a la comunidad para intregar no separar, a recorrer espacios ricos en formas , ricos en vegetación, no suntuarios ni vanos, recordar siempre que la arquitectura la hacen las personas y no los espacios por si.

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