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Esta es su vida (y II)

miércoles, noviembre 19, 2008

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La vida sonreía a Devilín. Querido por sus compañeros, con un amigo fiel, y una novia marchosa. No había límites para sus ambiciones. Fue entonces cuando escuchó hablar por primera vez de los blogs. «¿Los blogs? ¿Qué es eso?» le preguntó a Pepe mientras volvían de visitar el centro comercial. «Sí, hombre, es como un diario pero en Internet. Puedes hablar de tus cosas, de lo que haces, de lo que te gusta…» ¡Eso era! ¡Una señal! La forma ideal de hablar del cine que le gustaba, de dar a conocer las películas cutres que sólo él apreciaba y del cine de autor superrayante de sus amores. Esa misma tarde, Devilín tomó la primera plantilla de Blogger que encontró y se decidió a inaugurar su blog. ¿Qué titulo le pondría? ¿Mi Cine? ¿El Rincón de Devilín? ¿La Mansión Maniaca? ¿Cinefagia Friki? El título debía incluir su nombre, eso estaba claro, pero también debía describir su contenido. Anduvo dándole vueltas hasta cayó en la cuenta de que las soluciones más sencillas son generalmente las más eficaces. Y así fue como nació ese blog legendario que fue Devilin’s Bizarre, como ya todos ustedes saben.

Sin demasiados reparos Devilín se hizo publicidad entre sus propios compañeros de clase, quienes le comenzaron a leer con una mezcla de humor y curiosidad. Por aquel entonces los blogs iniciaban su andadura y la gente no se los tomaba con la seriedad que merecen, algo que afortunadamente sí ocurre ahora. Con la ayuda de las fichas que había ido recopilando durante su adolescencia, Devilín pudo establecer un ritmo de reseña diaria. Al principio (los archivos aún están ahí para demostrarlo) sus críticas eran concisas, factuales y escuetas. «Guión correcto. Argumento regulero. Actores histriónicos. La dirección muy retorcida» dijo de Pulp Fiction. Más tarde comenzó a relajar ese corsé formal y se aventuró en la crítica contundente: «No se entiende. El montaje confuso no aporta nada a un argumento ya de por si poco original. La sorpresa final se la esperaba hasta mi abuela. Pura caca. Una de las películas más malas de la historia del cine,» llegaría a decir de El Club de la Lucha.

Devilin’s Bizarre se hizo muy popular en pocos meses. Pronto su existencia se hizo vox populi en la facultad, apareció mencionado en alguna revistilla de poca monta, y se convirtió en punto de referencia de otros muchos jóvenes e incipientes blogueros. El uso de las redes P2P y los torrents, fuentes inagotables de cultura y entretenimiento, se iba extendiendo rapidamente. Las reseñas de Devilín se establecieron como una guía imprescindible en ese vasto océano de información. Mientras intentaba terminar una carrera que se la hacía cada vez más cuesta arriba, Devilín compaginaba el blog con un puesto de becario en una tele local, una labor a todas luces impropia de alguien de su nivel, pues se reducía a emitir cine porno a partir de las doce de la noche, pero que a cambio le ofrecía los suficientes ratos de asueto como para mantener un ritmo de publicación constante. Afluyeron desde todos los rincones del país mensajes que elogiaban su labor divulgadora. «Tienes una cultura cinematográfica acojonante,» «Komo chanas,» «Sigue así,» «Tengo 9 años y me encantan los teletubbies. ¿Y a ti?» fueron algunas de las misivas que recibió en aquellos ilusionantes primeros años. Pero el golpe de publicidad maestro, el que terminó de catapultarle a la fama, fue la impresión y distribución de sus celebradas chapas, que aún pueden verse prendidas en bolsos y chaquetas, en especial la que contenía la frase «Friki, sí, qué pasa» que Devilín había empleado en su día contra un comentador anónimo que se atrevió a contradecir su teoría de que las películas de Star Trek de número par eran mucho mejores que las de número impar. Como saben, «Friki, sí, qué pasa» se convirtió en el santo y seña de toda una generación de blogueros y jóvenes cuya influencia cultural perdura hasta nuestros días. Hasta llegó a ser incluida en la versión que el grupo de tecnopop y chunda-chunda Peta Zetas Rosas hizo del clásico de Alaska y Dinarama, rebautizado por ellos como Mi Novio es un Friki y que contenía los magistrales versos «A veces pienso que no puede ser / Soy friki, qué pasa, me dice él / Le gusta Fulci, aunque lo niegue / Él es un friki, pero me quiere.»

La vida personal de Devilín quizá sea desconocida para muchos de sus seguidores. Pero es esta faceta la que de hecho explica el abrupto final de su meteórica carrera. Aunque nunca dejó de querer a la Sonia de sus amores, Devilín recibía (y buscaba) muchas propuestas de lectoras para quedar a tomar un café y hablar de cine bizarro. En alguna ocasión llegó a invitarlas a su casa a una sesión de películas raras y paranoicas (pero a la vez especiales). No sabemos si las intenciones de Devilín eran puramente pedagógicas o no, pero el caso es que no consta que jamás se resistiera a las atenciones que sus fans le dispensaban. Lo que si conocemos con certeza es que él dirigía sus aspiraciones a lugares mas excelsos. Tras leer en una revista de tendencias que la película favorita de la célebre y desvergonzada bloguera Taranoias era Chungking Express, se enamoró platónicamente de ella (porque no le quedaba más remedio). Visitaba su flickr religiosamente cada lunes con intenciones onanistas. Sin embargo el verdadero principio del fin para Devilín ocurrió cuando otra bloguera, Sara Gosa, se cruzó en su hasta entonces ascendente camino.

Sara Gosa era una habitual comentarista de Devilin’s Bizarre. Elogiaba con frecuencia la prosa sencilla de Devilín y lo mucho que aprendía con sus reseñas. Él se quedó prendado de sus palabras. Pronto comprendió que se trataba de la mujer de sus sueños: Adoraba a Vincent Price y afirmaba haber visto quince veces Ojos Sin Rostro. Enseguida se agregaron en el Messenger y comenzaron a chatear frecuentemente de madrugada. Devilín dejó de prestar atención a Sonia. Cuando quedaban para ver una película en casa, se traía el portátil al salón para poder seguir conversando con Sara. Una noche, como había sucedido cuatro años atrás en la peluquería, Devilín contempló a Sonia detenidamente. Pero su mirada ya no era la misma. Recostada en el sofá, su novia comía su bocadillo de chorizo nocturno mientras veía a Brad Pitt cabalgar agitando su melena al viento en Leyendas de Pasión. Como si fuera el juego de las diferencias, Devilín recopiló contrastes. A Sara le gustaba el sushi y prefería a George Clooney. Sonia había dejado el instituto en 4º de la ESO. Sara en cambio estudiaba periodismo y leía a Paul Auster. Sonia no tenía ni idea de quién era Paul Auster pero le pirraban los videos de Sol Music. Sara se había terminado ella solita el Maniac Mansion. La conclusión estaba clara. Se había enamorado de ella.

En semejante tesitura, Devilín se sentía desesperado. No sabía qué hacer. Quería ir corriendo a ver a Sara para materializar su amor, pero ella vivía en otra ciudad y no le resultaría librarse fácilmente de la vigilancia de sus jefes en TelePopular o del ojo celoso de Sonia. Ni siquiera estaba seguro de querer romper con ella. Las palpitaciones no le abandonaban durante todo el día. No conseguía centrarse. Se olvidaba de cambiar la cinta del porno. El ritmo de actualizaciones del blog cayó en picado. No tenia ni la más mínima gana de escribir. Además un bloguero coñazo al que no conocía de nada había empezado a burlarse de él y de sus reseñas en Devilin’s Bizarre. «Me dice que tengo una gramática de parvulario, vamos, que escribo fatal. Tambíen dice otras cosas que no entiendo, pero que no me suenan bien,» le contó compungido a Pepe tras apurar su tercer vodka redbull. Esa noche los dos habían quedado para tomar al asalto todos los bares de copas favoritos de Devilín en una especie de reivindicación personal. Su triunvirato privado: El Speakeasy, el Burladero 5 y el Olé y Olé. «No le hagas caso, ese es un pedante. Además, tú no has estudiado letras, tú has estudiado cine. Y en la facultad. Ese no tiene ni idea,» le consoló Pepe. «No vale ni la mitad que tú,» y le pasó el brazo por encima del hombro. Quizá era solo la embriaguez acusada, pero a Devilín le pareció ver algo nuevo en la mirada sostenida de su amigo. Una espera, una decisión, una duda. «Cuántos granos tiene,» se dijo para si entre vapores etílicos cuando Pepe se acercó aún más a él. «Espera, un momento… esto es… ¡como en Historias del Kronen!» y justo cuando los labios de Pepe iban a rozarle, Devilín se separó aterrorizado de su amigo y salió corriendo despavorido del local. No paró hasta llegar a su edificio. Vomitó en el portal. Subió las escaleras a trompicones. Abrió la puerta intentando no hacer ruido. Era tardísimo. Sus padres estaban durmiendo. Atravesó el salón bajo la mirada indiferente de su hermano, quien estaba viendo un DVD resumen de La Liga que venía regalado con el Marca. La abuela dormitaba a su lado. Se sentó ante el ordenador. Por supuesto lo había dejado encendido descargando películas. Tenía dos correos en su bandeja de entrada. Uno era de Sara, mandado hacía apenas cinco minutos. Le contaba que dos semanas atrás había conocido a un chico italiano, músico, guitarrista, fan de Ojos de Brujo y Macaco, que se había enamorado de él y que querían marcharse juntos a Perú a trabajar con una ONG. «Ya se que es una locura, pero estoy segura de que tu sí me comprendes, ¿verdad Devilín?» Contuvo el llanto. Las sienes le palpitaban. El corazón pujaba por atravesarle el pecho. Sentía un calor inmenso en las orejas. Intentó tranquilizarse, pensando que ya lidiaría con aquello al día siguiente. Abrió el segundo mensaje. Era de Tacho, un lector habitual. «Alguien te está insultando. Dicen que tu blog apesta. Te dejo el link.» Notaba pinchazos en la frente. La página tardaba en cargarse. Golpeó la mesa con el ratón repetidas veces. La furia le dominaba. Accedió finalmente a la página. Aquel bloguero coñazo se había atrevido a criticar un texto suyo de un modo pedante y ofensivo, lleno de ironía. Incluso había tomado frases suyas, párrafos enteros, y los había diseccionado para risa de sus lectores. El post había sido enlazado también en un foro donde las burlas se repetían y se amplificaban. No terminaba de comprender las razones de aquello, ni muchos de los argumentos que empleaban, pero le daba igual, era insoportable, lamentable, intolerable. Su cuello se iba tensando, lo notaba hinchándose. Sonó el móvil. Un sms nuevo. Era de Sonia. «He entrado en tu mail nada más marcharte. Sólo a un imbécil se le ocurre poner su propio nombre como contraseña. He visto lo que te traes con esa Sara. Por mi puedes irte a la mierda.» El dolor se extendió por su cráneo. Era inaguantable. Apretó los dientes, cerró los ojos para intentar ahuyentarlo. Volvió a abrir el mail de Sara. Leyó de nuevo. Músico. Italiano. Dos semanas. Perú. Tú sí me comprendes. No podía respirar. Le pitaban los oídos. El dolor iba en aumento. Se agitaba en la silla cada vez más violentamente. Sonó un estruendo líquido, como un globo de agua al pincharse. El teclado salió disparado, golpeando la puerta del cuarto, cuando lo poco que quedaba intacto de la cabeza de Devilín se precipitó sobre la mesa. Los sesos escurriéndose sobre los lomos blancos de sus dos mil VHS. La pantalla cubierta de sangre. Chorreando.

9 comentarios leave one →
  1. Ikke Leonhardt permalink
    jueves, noviembre 20, 2008 11:25 am

    Inmenso.

  2. jueves, noviembre 20, 2008 12:18 pm

    Canela fina.

  3. figurante permalink
    jueves, noviembre 20, 2008 11:59 pm

    Me has dejado speechless. Me ha reventado la cabeza de Devilín en el laptop. Sonia, lo mejor.

  4. gromland permalink
    viernes, noviembre 21, 2008 1:37 pm

    ¿Es de mala educación comentar que me alegro?

  5. lunes, noviembre 24, 2008 1:53 pm

    Joder…yo juraría…pero no…no…o sí?

  6. martes, noviembre 25, 2008 1:12 am

    Si, si, yo estoy seguro de que si.

    Encantado de verle por aqui de nuevo Don Julito. Un honor, compadre.

  7. martes, noviembre 25, 2008 1:14 pm

    Si yo lurkeo mucho por aquí, ya sabes…qué tal con los celtas? o esos no son celtas?

  8. miércoles, noviembre 26, 2008 8:56 am

    Comentario pedante: quien le vió estallarse la cabeza?

    jeje, muy buen relato, tan real que da miedo.

  9. miércoles, noviembre 26, 2008 1:41 pm

    Usted se merece el Lurker de Oro, Don J. Y si, algunos son celtas, otros no tanto.

    Y Bouman, pedante, pero con toda la razon. Son las trampas de la ficcion, ya sabe. 😉 (y bienvenido)

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